La Ciudad del Vaticano se convierte en el escenario de un ritual milenario cada vez que se inicia el cónclave para elegir a un nuevo Papa. Este proceso, que se ha mantenido prácticamente sin cambios a lo largo de las décadas, es guiado por el fervor religioso de los cardenales electores, quienes, guiados por lo que consideran la inspiración del Espíritu Santo, se encierran en la Capilla Sixtina. Este ceremonial, cuyo origen etimológico proviene del latín ‘cum clave’ (con llave), es un momento de profunda reflexión y oración, donde cada elemento tiene su significado y propósito en la búsqueda de la guía divina para la iglesia católica.
La jornada del cónclave comienza según la tradición con una cena en la Casa de Santa Marta, donde todos los cardenales electores se reúnen para compartir una última cena antes de ser confinados. Este momento es crucial, ya que una vez concluye la cena, los cardenales entran en un estado de aislamiento total, alejados de cualquier influencia externa. En este ambiente de comunión y unidad, los cardenales preparan sus corazones y mentes para el proceso sagrado que está por iniciar, reafirmando su compromiso con la elección del nuevo líder espiritual de millones.
Al día siguiente, el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, celebra una misa solemne en la Basílica de San Pedro, conocida como ‘pro eligendo Papa’. Esta ceremonia está abierta a todos los fieles, quienes se unen en oración por la elección del nuevo pontífice. Posteriormente, los cardenales realizan una procesión hacia la Capilla Sixtina, mientras entonan el himno ‘Veni Creator’, invocando la presencia del Espíritu Santo que les guiará en cada voto. Con cada paso, se intensifica la expectativa y la solemnidad del momento que se avecina.
Una vez dentro de la Capilla Sixtina, se da lugar al momento crucial conocido como ‘extra omnes’, donde el maestro de ceremonias cierra las puertas, dejando a los cardenales a solas para llevar a cabo la elección. Este acto simboliza el inicio del proceso de votación, que se desarrollará en estricta confidencialidad y bajo la mirada de Dios. Con un total de 133 cardenales electores, se requiere alcanzar dos tercios de los votos para que un candidato se convierta en el sucesor de San Pedro, reflejando así la importancia del consenso y la unidad en la iglesia.
Las votaciones se realizan en un ambiente de oración y solemnidad, cada cardenal emitirá su voto en secreto, depositando su papeleta con el nombre del elegido en una urna. Durante el cónclave, se espera el famoso ‘fumatta’ que indica el resultado de cada votación. El humo de la chimenea se convierte en la señal para el mundo exterior: el humo blanco anuncia la elección de nuevo Papa, mientras que el humo negro indica que aún no hay consenso. Al final, la emoción culmina en la sacristía de la Capilla Sixtina, en la conocida ‘sala de las lágrimas’, donde el nuevo pontífice asimila el peso de su nueva responsabilidad, rodeado de la tradición y el fervor de la comunidad católica.